
Lento caminar cuando las circunstancias cotidianas pueden brindar un receso dentro del agitado mundillo de Santo Cristo de La Salud. La cordialidad que se vuelve respeto y cortesía. Sonrisas que se entrecruzan, estrechones de manos, bromas improvisadas al calor de esa picaresca que no puede faltarle al cubano. Las calles maltrechas conducen al recinto más querido por usted: la vieja iglesia parroquial. El silencio trocado en armonía, el olor de los siglos lacerando los instintos que cada domingo frente a la pila bautismal se confunde ente sollozos de querubines y artificios de familiares.
Absolutizado en fotografías, bien
aventurado por todos, vuelves al
sendero cimentado con la primicia
de algún citadino enfermo, urgido
de tus bondades empíricas que la
medicina tradicional se perdió.
¿Podrás plácidamente arrullar el
cansancio en tú antiquísima saleta? ¿No habrá un atrevido visitante
esperanzado por tu consejo? Tinta
primera, que apretada, recorre tus
innumerables faenas, casi incontables de quien porta el don de
aquellos que llegaron para convertirse en paladines de la humanidad
y el buen amor. Nuestros respetos
Teodosio Domínguez Duque.