Descubre cómo un simple hilo invisible mantiene el amor entre un padre y su hija, incluso cuando están separados por kilómetros.
Había una vez una niña llamada Fabiana, que vivía en una casa llena de colores y canciones. Fabiana era una niña muy alegre, pero un día su papá tuvo que viajar lejos, a un lugar donde el sol brillaba diferente y las estrellas parecían contar otras historias.
Al principio, Fabiana se sentía un poco triste y confundida. Extrañaba mucho los abrazos de su papá y las historias que él le contaba antes de dormir. Pero una noche, mientras miraba la luna desde su ventana, algo mágico sucedió: un pequeño destello dorado apareció en su habitación, justo sobre su corazón.
Fabiana tocó el destello con cuidado, y en ese momento, escuchó la voz cálida y amorosa de su papá:
—Hola, Fabiana, ¿puedes ver el hilo mágico?
Fabiana abrió los ojos muy grandes y respondió:
—¡Sí, papá! ¿Qué es esto tan bonito?
—Es nuestro hilo mágico —dijo su papá—. Aunque estoy lejos, este hilo nos mantiene siempre conectados. Cada vez que lo toques o lo imagines, quiero que sepas que estoy pensando en ti y que mi corazón está contigo, no importa dónde estemos.
Desde ese día, Fabiana se sintió más tranquila. Cada vez que extrañaba a su papá, cerraba los ojos y tocaba el hilo mágico invisible que salía de su corazón. A veces, cuando lo hacía, sentía como si pudiera escuchar los latidos del corazón de su papá, y eso la hacía sonreír.
Un día, mientras pintaba un dibujo, Fabiana tuvo una idea. Dibujó un corazón grande y le puso dentro estas palabras: “Querido hilo mágico, dile a papá que lo quiero muchísimo y que hoy me reí mucho en la escuela.” Esa noche, durante su videollamada, Fabiana le enseñó el dibujo a su papá, y él dijo con una gran sonrisa:
—¡Gracias, mi niña! Lo sentí en mi corazón gracias a nuestro hilo mágico.
Desde entonces, cada noche, cuando Fabiana miraba la luna, tocaba su hilo invisible y susurraba:
—Buenas noches, papá. Te quiero mucho.
Y en ese momento, su papá, aunque estuviera lejos, también tocaba su hilo mágico y respondía en voz baja:
—Buenas noches, mi Fabiana. Te quiero más que a todas las estrellas del cielo.
El hilo mágico nunca se rompía, porque estaba hecho del amor más fuerte del mundo: el amor entre un papá y su hija.